30.6.12

Cuéntanos Gerardo




Cuéntanos Gerardo:

La Congregación del Santísimo Redentor (C Ss R) celebra el tercer domingo de julio a su Titular: EL SANTISIMO REDENTOR.

Siguiendo a San Alfonso en el Amor a Jesucristo que dice, “Digo la verdad: es una gran miseria ver que los predicadores –por lo general hablan de todo– menos del amor a Jesucristo, siendo que este Dios ha hecho y sufrido tanto para hacerse amar” (Selva III, 7).
Con humilde gratitud contemplamos y celebramos a este Jesús, que empezando por hacerse nuestro hermano recoge en su corazón todo sufrimiento humano para solidarizarse con el hombre a quien se propone hacerlo hijo de Dios en su “abundante redención” con todos los beneficios que implica ser hijo de Dios.

Jesucristo es el único Hijo de Dios y recibe de su Padre todo Amor y, desea compartirlo con todo ser humano hasta expirar en su cruz, hasta ofrecer la última gota de su Sangre preciosa para hacernos sus hermanos hasta la vida eterna.

“Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Jn 15,9” ¿Podremos imaginar el Amor del Padre a su Hijo Jesucristo? Siquiera aceptemos con gozosa humildad el amor de Jesucristo a nosotros: Después de tantas maravillas en María, en Juan Bautista, en Isabel, en Zacarías y en los pastores; su nacimiento, su ternura, su sonrisa, sus temores, tal vez estornudos por el frío y el polvo; la amenaza de Herodes, su huida a Egipto y su regreso. Después en Nazaret, cuántas muestras de tierno amor a María y a José; en el Templo de Jerusalén atendiendo puntualmente “las cosas de su Padre” por el bien de sus hermanos, desde los doctores de la ley hasta el más pequeño y sencillo de los humanos. Luego, una vez más en la “familia de Nazaret” ayudando a sus padres María y José y empezando a encontrar amigos. Más tarde acudiendo al Jordán en busca de Juan Bautista para recibir el bautismo y santificar el agua con que  serán bautizados millones y millones de miembros de la Iglesia. Y cuando Juan muere, a enseñar, a predicar la buena nueva, la conversión, el amor con hechos y palabras; la verdad, la justicia, la paz, el Reino de Dios; venciendo las trampas de los hipócritas y dándole gracias a su Padre por la gente sencilla a quienes se les hace entrega del evangelio de la salvación.

Al final, en Jerusalén, en el Calvario “a dar la vida por los amigos”, sólo por amor. Respondiendo siempre con supremo amor, incluso ente la furia y el odio del soldado que traspasa su costado “y al instante salió sangre y agua”, la sangre y el agua de la muerte y de la vida, para el bautismo con el agua y el Espíritu en su Iglesia nuestra madre y la barca que nos salva.

“A ti, Cristo, te dé la Iglesia gloria,
a ti poder, honor, loa victoria,
a ti, Rey, con el Padre y el Espíritu,
la creación te cate por los siglos. Amén.”
(Himno I Vísperas)     



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