“DÉJALO TODO”
Es conocida por todos la conversión de San Alfonso. Tras perder como
abogado el juicio de su vida, confundido y defraudado por los engaños del
mundo, Alfonso busca respuestas. ¿A dónde? En el lugar que no cabe engaño ni
falsedad: con los últimos de los últimos, los pobres y enfermos del hospital de
los Incurables. ¡Menudo nombre! Allí mientras ofrece consuelo, alivio y
servicio, de repente se ve rodeado de una luz, y oye una voz que le dice:
“Déjalo todo y entrégate a mí”. La voz,
ya se sabe.
Y Alfonso es valiente. Lo deja todo. Lo expresa de una forma simbólica,
pero real cuando deposita su espada de caballero a las plantas de la Virgen de
la Merced. La espada expresa fama, posición social, categoría, títulos,
bienestar económico, poder… todo ese mundo que le habían montado o que él se
había edificado. Alfonso deja la espada. Parece mucho, pero es poca cosa, en
comparación con lo que toma. Y María es testigo del feliz acontecimiento.
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