31.1.13

Cuéntanos Gerardo






Cuántas oportunidades nos ofrece el Señor en este mes, para crecer y madurar como hijos de Dios.
Día 2: Cristo Redentor vuelve a presentársenos niño en brazos de María y muy bien acompañados por San José al templo en donde se encuentran al ya muy maduro en años Simeón, pero, mucho más maduro de espíritu porque sabiamente se deja guiar por el Espíritu Santo y le es concedido contemplar con gran gozo al Hijo de Dios en ese pequeño Niño que es presentado al templo para ser consagrado al Padre Eterno; Herencia del pueblo judío, “nuestros hermanos mayores”, herencia-modelo del Niño presentado al templo y, dicha para todos los que consagran su vida toda, al fiel seguimiento de Jesús, procurando cada vez no reservarse nada para sí mismos.
Día 13: Fuerte invitación a redoblar el paso en el camino de nuestra conversión con el muy comprometedor signo de la ceniza. Sin duda, la materia prima más importante para esta empresa es la oración; aceptando que necesitamos orar, automáticamente y con alegre entusiasmo estaremos decidiendo realizar cualquier esfuerzo para ser mejores y perseverar en esto. Por la oración, el Señor nos concede la fortaleza -gracia- necesaria para ser constantes y tener claro que la conversión abre nuestro corazón y voluntad para bien de los hermanos.
Con esta invitación-llamado, iniciamos cuarenta días con el Maestro único de la conversión; Jesús que en el desierto ora, ayuna y hace penitencia para darnos vida, y, de su mano avancemos con él por el camino de la perfección, de la verdad, de la justicia, del amor, de la paz, de la santidad. Como lo hicieron Santa Agueda, San Felipe de Jesús, y los Santos Pablo Miki y compañeros, mártires que en este mes y siempre, interceden por nosotros.  


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