Nuestra vida se desenvuelve en medio de un inmenso océano de AMOR, del infinito AMOR de Dios.
Pero, alejados de este AMOR, sentimos que nuestra vida está llena de problemas, de muchos problemas. Problemas en el trabajo, en la escuela, en lo social, no se diga en lo político y en lo económico; en la familia, en nuestra propia persona, en lo profundo de nuestro corazón. Muchos de estos problemas son reales, pero siempre provocados por nuestras limitaciones, nuestros descuidos, nuestras rebeldías, nuestra soberbia y nuestro orgullo. Fallas humanas personales o sociales, “globales”.
Dios Padre, sufre con nuestros problemas y nos ofrece la gran y única solución para ellos: su AMOR en la persona de Jesús nuestro Santísimo Redentor, que haciéndose hombre y Luz de las naciones, nos guía por los caminos que conducen al único Camino que es él mismo y que nos lleva a la felicidad verdadera. Sin esa Luz que es Jesús, caminamos como a ciegas por senderos de falsa felicidad encontrando sufrimientos en lugar de auténtico gozo y la felicidad verdadera que Dios nos ofrece y quiere para todos.
La muerte de Jesús y su resurrección es la gran y única solución que nuestro Padre Dios nos ofrece para que tengamos paz, para que seamos felices, para que conozcamos el AMOR auténtico en el que podamos amarnos amando a nuestro Dios; para que podamos caminar cada vez, más y más, hacia las más altas cimas del AMOR con que Cristo nos ama para ser verdaderamente felices ahora y para la eternidad; para que con gran gozo experimentemos que Nuestra vida se desenvuelve en medio de un inmenso océano de AMOR, del infinito AMOR de Dios.
Felices Pascuas de Resurrección
¡Aleluya, aleluya, aleluya!
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