Cuéntanos
Gerardo:
En
el marco del Año de la Fe, celebremos El Año Vocacional Misionero Redentorista.
Dedicar
un año a la Oración, a la Promoción y a la Reflexión Vocacional Misionera nos
traerá muchas bendiciones, gratas experiencias vocacionales y seguramente el
despertar de muchos jóvenes enamorados de la Misión Redentorista.
Mi
experiencia vocacional es bellísima y emocionante. Cuando se me concedió vivir
el inicio de esta gozosa respuesta al llamado, como que perdí la noción del
tiempo, del espacio, de la salud y de la relación familiar; mucho más cuando
tuve la gran oportunidad de participar en mi tierra, Muro de Lucano, de la
Misión Redentorista en 1749. Gracias a la Iglesia Católica de mi pueblo, a mi
familia, a mi queridísima madre Benedecta y todas las vivencias piadosas de mi
infancia y juventud, con que mi Gran Amigo Jesús sembró en mi corazón la
VOCACION A LA SANTIDAD, dije: “Voy a hacerme santo”. Era la Palabra de Dios en
mi alma. Y la palabra de Dios tiene el poder para crear todo lo visible y lo
invisible, así que no hubo poder mayor que esta divina Palabra en mi corazón.
Ni debilidad física, ni puertas cerradas, ni la respetable apreciación de los
misioneros… Fui al fin aceptado en la Congregación de los misioneros del
Santísimo Redentor con este único objetivo: “voy a hacerme santo”. ¡Qué gran
dicha! ¡Qué grandioso el proyecto de Dios para mí! Regalo de grandeza infinita,
el llamado a la santidad.
¡Cuánta
belleza y cuánto gozo es lo que Dios comparte de su divinidad para el hombre!
Con el regalo de la santidad, cuánto poder para alabar a Dios, cuánta entrega y
servicio puede ofrecerse a las hermanas y a los hermanos. ¡Gracias Padre Dios,
por el don de la santidad! ¡Gracias Padre Dios, por tantos favores que me
regalas para compartirlos con mis hermanas embarazadas y con sus hijos!
¡Gracias Padre Dios, por tanto amor y perdón que tu Hijo, mi entrañable Amigo y
Hermano Jesús, comparte con mis hermanos los pobres y pecadores!
LUMEN FIDEI:
CARTA
ENCÍCLICA
SOBRE
LA FE,
DEL
SUMO PONTÍFICE FRANCISCO
Una
luz por descubrir
4.
“es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, pues cuando su
llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo.
“la
característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la
existencia del hombre. Porque una luz tan potente no puede provenir de nosotros
mismos; ha de venir de una fuente más primordial, tiene que venir, en
definitiva, de Dios.
“La
fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un
amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y
construir la vida.
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