Cuéntanos
Gerardo:
Me llena de gozo
la fiesta eterna del cielo y los relámpagos festivos de la tierra encaminados a
ser una luz brillante perpetua en esta Patria. Uno de esos relámpagos es, entre
otras de este mes, la próxima fiesta del 16 de octubre, que dicen mía, y sí es
mía porque la gozo con todo el corazón, pero la comparto con las mamás
embarazadas, los niños y todos mis devotos.
A propósito de
fiestas, hace más de dos meses, el Papa Benedicto convocó a familias de todo el
mundo a vivir un encuentro en Milán, con la feliz ocurrencia de llamarlo: "La
familia: el trabajo y la fiesta”. Que buenos temas de reflexión. Hay que
reconocer que en la mayor parte de las familias abunda el trabajo, a veces
hasta el cansancio. Y qué dichosas las familias que se dan la oportunidad de
festejar también; cuánto mejor, cuando la fiesta tiene su origen en la
fraternidad que Cristo Redentor ofrece partiendo del Pan de Vida que es Él
mismo en la Eucaristía. Así, teniendo como centro de la fiesta, del trabajo y
de toda la vida humana a Jesús, el único salvador del mundo, celebraremos la
fiesta del próximo 16; juntos dándole gracias a Cristo Jesús, el enviado del
Padre eterno para traernos vida, para darnos vida eterna. Y en medio de esa
inmensa alegría, no puedo cerrar los ojos ante tanto dolor con que se acercan
muchas familias con las que me siento muy comprometido a interceder por ellas
con la total confianza de que Jesús nuestro hermano, hará eficaz una vez más su
palabra, convirtiendo el sufrimiento en alegría plena.
No puede ser de
otra manera, porque la fe de las familias cristianas es algo más grande que una
semilla de mostaza. Fe que debe renovarse y crecer en este “Año de la fe” que
también ha convocado el Papa Benedicto y que el día 11 de este mes dará inicio.
"El Año de la fe
es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único
Salvador del mundo." PORTA FIDEI, No. 6
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