31.7.12

Cuéntanos Gerardo



Cuéntanos Gerardo:

Iniciamos el mes con una gran fiesta para celebrar al fundador de la Congregación del Santísimo Redentor, San Alfonso de Liguori.
Nace en Marianella, cerca de Nápoles, el 27 de septiembre de 1696. Se ordena sacerdote el 21 de diciembre de 1726 cuando contaba 30 años. El 9 de noviembre de 1732, funda la Congregación popularmente conocida como "Los Redentoristas", a fin de seguir el ejemplo de Jesucristo y anunciar la Buena Nueva a los pobres y a los más abandonados. Escribe 111 obras sobre espiritualidad y teología con 21.500 ediciones y traducciones a 72 lenguas. En 1762, a la edad de 66 años, Alfonso fue consagrado obispo de Santa Ágata dei Goti. Muere en Pagani el 1 de agosto de 1787. Es canonizado en 1839, proclamado Doctor de la Iglesia en 1871 y declarado Patrón de Confesores y Moralistas en 1950.
Una de sus obras más conocidas: “Práctica del amor a Jesucristo” con 18 capítulos, es de donde quiero invitarles a alimentar su vida espiritual y de buenas obras de camino a esta bienaventurada casa paterna del cielo. “Cuánto merece ser amado Jesucristo por el amor que nos mostró en su pasión” es el título del primer capítulo. Jesucristo, el Hijo único de Dios Padre, ha recibido todo poder en el cielo y en la tierra que por El han sido creados; nada le falta. Existe desde siempre el Padre, el Hijo y entre el Padre y el Hijo un entrañable, completo, perfecto y eterno amor en el Espíritu Santo. Y compartiendo esta majestuosa y bellísima realidad divina de amor empezaron a brillar las estrellas, inmensas lumbreras en el oscuro espacio, unas más grandes y otras menos grandes que el sol. Igual son creados el agua, las plantas, los animales y al final el ser humano, hombre y mujer con un maravilloso proyecto de inteligencia y amor para cuidar y disfrutar la creación, y para gozar plenamente de aquella bellísima realidad divina de amor, primero en la tierra con la gran familia humana y pronto, muy pronto –qué son 100 años de vida en esta tierra, si todos los cumpliéramos además- en la eternidad del cielo con Dios trino y uno, y con la inimaginable familia celestial que alban y bendicen al Señor.
Pero surge el enemigo que en forma de serpiente muerde a nuestros primeros padres y les inyecta el veneno del pecado y de la muerte. El hombre queda así herido mortalmente, y en el intento de Dios de liberarlo de esa esclavitud, el hombre no es capaz de comprender el amor infinito de Dios con que lo ama y desea liberar; aveces entrevé la luz del amor divino y se alegra y goza; pero muchas otras veces el  hombre sigue dejándose morder por la serpiente. Y la serpiente se multiplica triunfante: las serpientes del desierto contra el pueblo de Israel, las miles de serpientes contra cada nación del mundo que la historia humana registra. Las miles de serpientes contra nuestra nación mexicana: anticristo, antirreligión, antifamilia, antivida, crimen organizado, narcotráfico, corrupción sistematizada, indiferencia, cobardía, pereza, envidia, chisme …
Definitivamente hacía falta un Redentor, el Santísimo Redentor, Jesucristo, niño en Belén y entre los doctores de la ley en el templo de Jerusalén, joven predicando la buena nueva del Reino de Dios invitando a la conversión, instituyendo a los doce apóstoles, curando enfermedades y dolencias, resucitando muertos y, entregándose totalmente en cuerpo, alma y divinidad en la eucaristía, en el máximo y supremo sufrimiento en su pasión aquel jueves santo y en su muerte en la cruz del viernes santo.
Ante esta total entrega de Jesús, San Alfonso nos invita a meditar en todo el amor que nos ofrece y el amor que merece de nosotros. Y nos invita a manifestarle nuestro afecto: “Alma mía, ama a un Dios sujeto como reo por ti, a un Dios flagelado como esclavo por ti, a un Dios hecho rey de burlas por ti, a un Dios, finalmente, muerto en la cruz como malhechor por ti. Sí Salvador y Dios mío, te amo, te amo; recuérdame siempre cuanto por mí padeciste, para que nunca me olvide de amarte. ¡Oh María, Madre de mi Salvador y refugio de pecadores!, ayuda a un pecador que quiere amar a Dios y a ti se encomienda: por el amor que tienes a Dios, ven en mi socorro.” (Práctica del amor a Jesucristo, páginas 23 y 24).

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