Verdaderamente, ¡Qué alegría!
Contemplar desde mi celestial ventana la confianza, la esperanza y el tierno amor de tantas madres y sus hijos en el mundo, agradeciendo o buscando el don de la vida, la salud, la paz. ¡Qué maravillosa y admirable tarea la de las mujeres que dicen con María: SI a la vida que Dios forma en el seno maternal. Y con una fe firme en Dios creador, se hacen sus fieles colaboradoras y profetas con el profeta Isaías que dice:
"Así habla el Señor, tu redentor, el que te formó desde el seno materno: Soy yo, el Señor, el que hago todas las cosas; yo solo despliego los cielos, yo extiendo la tierra, ¿y quién está conmigo?
Yo hago fracasar los presagios de los charlatanes y hago delirar a los adivinos; hago retroceder a los sabios y cambio su ciencia en locura.
Yo confirmo la palabra de mis servidores y cumplo el designio de mis mensajeros." (Is, 44, 24-26)
Digamos al Dios de la vida: ¡Gracias! ¡Alabado Seas Señor! Que seguramente El, que ofrece a los hombres el don de ser padres y a las mujeres, el don de ser madres, dirá con la luna el sol y las estrellas del amanecer y del atardecer, el viento, la lluvia, la nieve, las aves, las flores, las olas del mar... y la mirada dulce y tierna de los niños: GRACIAS A LA MUJER MADRE. Que cuida con cariño y tierno amor la vida que Dios forma en su vientre.
Me alegro infinitamente, y especialmente en este 16 de octubre, fiesta de las madres, sus hijos y familias. No olvido especialmente a las mamás que sufren. Por ustedes ruego siempre.
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