Cuéntanos Gerardo:
Celebraremos con dolor, con mucho dolor ver a Jesús clavado en la cruz, pagando con su sangre preciosa nuestros pecados. Realmente es doloroso, porque muchas veces nosotros hacemos muy poco, o nada por nuestra propia salvación. Pero, ¿qué podemos hacer? NADA Y TODO. Nada, porque ninguna de nuestras acciones por sí sola, vale lo más mínimo para semejante deuda. Todo, porque en el sacrificio de Cristo en la cruz, el más pequeño de nuestros actos, adquiere gran valor, para librarnos de la condenación eterna merecida por nuestras culpas.
Oremos, con San Alfonso, miremos a Cristo en la cruz y dejémonos mirar por él:
“Alma mía,
levanta los ojos, y admira este crucificado;
admira el Cordero divino inmolado
sobre el altar de su sacrificio.
Cree que él es el Hijo bien amado
del Padre eterno,
y que murió por amor a ti.
Mira sus brazos extendidos para acoger,
su cabeza inclinada
para darte el beso de la paz,
su costado abierto para recibirte
en su corazón.
¿Qué dices
delante de este Dios que tanto nos ama?
¿Merece ser amado...?
Y él,
¿qué te dice
desde lo alto de la cruz?
Esto:
“Busca hijo mío
si existe alguien
en el mundo
que te ame
más que yo”.
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