II DOMINGO DE CUARESMA
Ciertamente, cruz y gloria están
asociadas.
«Él,
después de anunciar su muerte a los discípulos les mostró en el monte santo el
esplendor de su gloria, para testimoniar, de acuerdo con la ley y los profetas,
que la pasión es el camino de la Resurrección».
El
Hijo revelado en la Transfiguración es «luz de luz», como afirma el Credo; este
momento de las Sagradas Escrituras es, ciertamente, una de las más fuertes
autoridades para la fórmula del Credo.
La Transfiguración ocupa un lugar
fundamental en el Tiempo de Cuaresma
Si el
I domingo de Cuaresma es una llamada particularmente eficaz a la solidaridad
que Jesús comparte con nosotros en la tentación, el II domingo nos recuerda que
la gloria resplandeciente del cuerpo de Jesús es la misma que él quiere
compartir con todos los bautizados en su Muerte y Resurrección.
“Cristo
transformará nuestra condición humilde, según el modelo de su condición
gloriosa” (Fil 3,21).
En
este domingo, mientras los fieles se acercan en procesión a la Comunión, la
Iglesia hace cantar en la antífona las palabras del Padre escuchadas en el
Evangelio: «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo».
Mientras
están allí arriba, los discípulos ven la gloria divina resplandecer en el
Cuerpo de Jesús. Mientras están aquí abajo, los fieles reciben su Cuerpo y
Sangre y escuchan la voz del Padre que les dice en la intimidad de sus
corazones: «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo».
CONGREGACIÓN
PARA EL CULTO DIVINO
Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS